Relación entre la competitividad y la productividad

En el ámbito económico y empresarial existe una gran preocupación por el tema de la competitividad, que se vincula a los niveles de ingresos y bienestar de la población. El concepto de competitividad, aplicado a los países, está relacionado con la variación de la productividad de las economías. La competitividad depende de la mejora continua de la productividad a largo plazo, o dicho de otra manera, competitividad es sinónimo de capacidad para alcanzar aumentos en productividad que se mantengan en el tiempo. Desde esta perspectiva, los países se vuelven más competitivos cuando mejoran e incrementan su capacidad para lograr niveles crecientes de productividad. En consecuencia, el aumento de la productividad es lo que sustenta la creación de riqueza y el desempeño económico de los países y la mejora de calidad de vida de sus habitantes.

La productividad no es todo, pero en el largo plazo es casi todo

Paul Krugman

Si bien los conceptos de mejora de competitividad y mejora de productividad se pueden utilizar como sinónimos preferimos utilizar el de productividad. Por un lado es más operativo, de alguna forma se puede medir más fácilmente, sobre todo a nivel de las empresas. Por otro, el término competitividad muchas veces se identifica demasiado con factores externos como el tipo de cambio.

Las empresas son los principales responsables de la productividad de un país

Las empresas son las que generan la prosperidad de un país a partir de la creación de valor por medio de bienes y servicios que logren satisfacer las necesidades y expectativas de las distintas partes interesadas. En consecuencia, la competitividad de un país o región depende, en última instancia, del nivel de productividad que pueden alcanzar las empresas que allí se desarrollan.

Dos teorías sobre la competitividad empresarial [1]

En las últimas décadas, dos líneas de pensamiento se han destacado en la Dirección Estratégica[2], buscando entender las causas del éxito de las empresas y las fuentes de ventaja competitiva y creación de valor: la Teoría Estructural, que está basada en la organización industrial, y cuyo autor más representativo el M. Porter, y la Teoría de Recursos y Capacidades[3].

El enfoque basado en la organización industrial considera que el principal determinante de los resultados de la empresa radica en la estructura de la industria (configurada por factores tales como la rivalidad dentro del sector industrial, el poder negociador de los proveedores o el de los compradores, las barreras a la entrada o las de salida); por lo que cada empresa en particular debe seguir una estrategia que se adecue a las características de la industria en la que actúa, pudiendo, de forma genérica, competir reduciendo sus costos, o diferenciándose y atendiendo nichos de mercado.

En este caso los beneficios de la empresa están determinados por su comportamiento y éste, a su vez, por la estructura de la industria en la que actúa. En consecuencia, la clave de la gestión estratégica radicaría en la búsqueda de entornos sectoriales favorables, en la localización de segmentos y grupos estratégicos atractivos en tales sectores, y en el intento de aplacar las presiones competitivas, tratando de incidir en la estructura del sector y en la conducta de los competidores.

A partir de mediados de la década de 1980, comienza a desarrollarse la Teoría de Recursos y Capacidades,  que presenta a los recursos internos de las organizaciones como fuente de ventajas competitivas y causa principal de la diferencia en el desempeño de las organizaciones[4].

La Teoría de Recursos y Capacidades rompe con el énfasis dado por la Teoría Estructural al entorno, y centra su atención en la empresa misma. Postula que las empresas tienen una dotación heterogénea de recursos, sobre la base de los cuales pueden formular estrategias que les permitan obtener ventajas competitivas. Asimismo, estos recursos permiten mantener esa heterogeneidad a lo largo del tiempo, haciendo sostenible la ventaja competitiva.

La Teoría de Recursos y Capacidades presenta a la empresa como un conjunto de recursos y capacidades, de naturaleza diversa, que son administrados de forma particular por cada una, y que explican su ventaja competitiva. Las empresas compiten sobre la base de sus recursos, los cuales están heterogéneamente distribuidos entre las mismas. Concretamente, la heterogeneidad en los recursos y en la forma en que son gestionados es la responsable de la variabilidad en el desempeño financiero de las empresas en un mismo sector. En consecuencia, en este paradigma,  la esencia de la formulación estratégica radica en la selección de aquella estrategia que permita explotar mejor los recursos y capacidades de la empresa en relación con las oportunidades externas, así como desarrollar y mejorar la base de recursos disponibles.

La visión anterior, más que oponerse, aporta un complemento a la teoría basada en el entorno industrial, ayudando a contestar la pregunta: ¿cuál es la causa del distinto desempeño de dos organizaciones del mismo sector industrial sometidas a las mismas fuerzas del mercado?

Es importante aclarar que ambos enfoques no son excluyentes. Para formular una estrategia exitosa, las empresas deben conocer el entorno en el que se encuentran y estar atentas a las oportunidades que se presenten. Además, es necesario que cuenten con los recursos y capacidades adecuados para poder aprovechar tales oportunidades y obtener ventaja frente a la competencia. Ambos enfoques son importantes y explican dimensiones diferentes del desempeño de las empresas. Por un lado, las fuerzas de la industria impactan en el desempeño del mercado y, en consecuencia,  en  la rentabilidad, y por otro, los recursos de la empresa le permiten un buen desempeño en el mercado y, por tanto, influyen en la rentabilidad.

En consecuencia, ambos enfoques son complementarios en su forma de abordar el estudio de la ventaja competitiva, ya que la Teoría Estructural se centra en el análisis del entorno, mientras que la Teoría de Recursos y Capacidades lo hace en los aspectos internos de la empresa.  La Teoría Estructural potencia el análisis de las amenazas y oportunidades del entorno, indicando a la empresa cómo aprovechar la estructura industrial en que actúa y los efectos potenciales de los cambios en la misma,  para construir una ventaja competitiva. En cambio, la Teoría de Recursos y Capacidades profundiza en el análisis de las fortalezas y debilidades de la empresa, señalando cuáles de los recursos y capacidades, bajo control de la organización, tienen atributos adecuados para crear y sustentar su ventaja competitiva.

[1] J.Miles (2011): “Análisis del Capital Intelectual en las Pequeñas y Medianas Empresas Uruguayas y su Impacto en los Resultados: un estudio en las empresas desarrolladoras de software”. Tesis Doctoral, Universidad de Deusto.

[2] La dirección estratégica es la disciplina científica que estudia los aspectos relacionados con la dirección de las organizaciones y con la forma en que son gestionadas y coordinadas las áreas funcionales de la compañía, así como la manera que tiene la empresa de concebirse a sí misma, de establecer sus objetivos y valores, y de relacionarse con su entrono (Fong, 2002). Dentro del campo de la estrategia de empresa suele usarse como sinónimos los términos dirección estratégica, política de empresa, estrategia de empresa o simplemente estrategia.

[3] Impulsada principalmente por los trabajos de Wernerfelt, 1984; Barney, 1991; Grant, 1991

[4] Algunos de los trabajos referentes en el desarrollo de la Teoría de Recursos y Capacidades (Resource Based View) son: Wernerfelt (1984), Hamel y Parhalad (1990),  Barney (1991), Grant (1991), Peteraf (1993), Teece et al.  (1997),  Teece (2000).